POR: JAIME RUEDA DOMINGUEZ
Si estuviera vivo, el libretista, escritor y locutor, Alvaro Ruíz Hernández, la llamaría “la crónica macabra”; sí la que él dedicaba cuando fallecían cantantes y artistas famosos. Y lo decía por el dolor que le causaba escribir de un grande que dejaba de existir.
Pues bien, si es así, esta es una de ellas.
Era lunes, aquella tarde del 16 de abril de 1973. Yo estudiaba segundo semestre de Ciencias de la Comunicación Social en la Autónoma del Caribe.
La Universidad ya funcionaba en el mismo sitio sitio donde hoy está, en Olaya Herrera entre calles 88 y 90.
Mis compañeros de clases eran, entre otros, eran Lourdes Sojo, Betty Meléndez (+), José Quiroz, Jorge Rivera, Alvaro Coba, Carmiña Donado, Luis Carlos Merlano, Erlinda Escorcia, Elizabeth Sánchez y Arquímedes Bermúdez.
Arquímedes había llegado del Departamento de Bolívar y era un estudiante acucioso, amante de la causa sionista y con quien conversaba sobre la ideología y movimiento político nacionalista, que propuso desde sus inicios el establecimiento de un Estado para el pueblo judío.
Con Arquímedes y mi hermano Daniel (+), fuimos una vez a conocer el Terminal Marítimo de Barranquilla.
En esa época estaban de moda unas radio grabadoras gigantes, de casete, que todavía se consiguen en Mercado Libre y que en aquellos años la gente llevaba al Romelio Martínez que amplificaban en las tribunas de Sombra, Sol y Sombra lateral, la transmisión de los partidos de fútbol narrados por Edgar Perea.
Arquímedes, tenía una de esas grabadoras y me la había prestado. De tanta “cajeta” que le dí se dañó y tenía que arreglarla para devolvérsela.
Por mi casa, en la carrera 46 con 76, al lado de donde nació American Broasted Chicken (la cadena de restaurantes de pollos rostizados y apanados ya desaparecida), había un taller de reparación de radio y televisión de propiedad de Quirino Viola.
Pues bien, cuando me aprestaba a entregarle la grabadora a Quirino para que la arreglara, entra el avance nacional del Reportero Caracol de la 3:00 de la tarde, con su lema “el primero con las últimas”, dando la noticia sobre la trágica muerte de la portentosa voz de Nino Bravo, ocurrida ese mismo día en una carretera española.
El locutor entregó los detalles que el cantante valenciano, Nino Bravo, de 28 años, había fallecido en Madrid, adonde había sido trasladado tras sufrir un accidente de automóvil en la carretera Madrid-Valencia, en el término de Villarrubio, al salir de la calzada y volcar en una curva el automóvil que conducía.
A Nino lo conocí a través de sus canciones, cuando yo cursaba quinto bachillerato, empezando por Te quiero te quiero, grabada en 1970, su primer gran éxito internacional, que en Barranquilla repetía continuamente Radio Principe (hoy Radio Tiempo) la emisora romántica del Grupo Radal Olímpica, de Miguel Char (bachiller del San Jose 70), estación que dirigía Marco Aurelio Alvarez.
El valenciano ya era conocido en el mundo de habla hispana por sus grandes éxitos, Libre, Un beso y una flor, Noelia, Mi tierra, Es el viento, No debo pensar en ti, Mis noches sin ti, Carolina, Cartas amarillas, Esa será mi casa y tantas más.
En su corta carrera musical realizó varias giras internacionales, grabó más de 60 temas, recopilados en discos larga duración de 33 r.p.m. y alcanzó a visitar a Colombia.
La Enciclopedia virtual Wikipedia reseña que “de gira en Bogotá (Colombia), Nino Bravo fue detenido a causa de una ley que obligaba a todos los artistas extranjeros a dar un concierto gratis en La Media Torta. El problema era que no solamente se obligaba a Nino a realizar la actuación, sino que debía pagar toda una orquesta, lo que suponía una importante pérdida económica. El asunto quedó zanjado tras pagar la multa impuesta por el gobierno colombiano”.
También, el blog de GHMB, recuerda que “Nino Bravo se presentó en el Salón Monserrate del Hotel Tequendama de Bogotá del lunes 25 al sábado 30 de octubre de 1971, con lleno total en cada una de sus actuaciones. Igualmente se presentó en los programas de televisión “Noches de Colombia” y Radio 15.
Ya en los 70 consolidaban sus carreras los cantantes españoles, Raphael, Julio Iglesias, Camilo Sesto, Joan Manuel Serrat, Danny Daniel, pero ninguno tenía ese registro y rango de voz de tenor dramático vocal de Nino Bravo.
Nadie sabe de cuántas canciones nos perdimos de disfrutar del 73 en adelante.
Hoy, cuando se cumplen 50 años de su fallecimiento, no hay nada nuevo que contar de Nino Bravo, sólo recuerdos, anécdotas, historias sacadas de la memoria de quienes lo consideramos el mejor cantante de habla hispana de todos los tiempos.
Seguramente, hoy se publicarán múltiples crónicas repitiendo lo mismo que se ha dicho en los últimos 50 años, sobre los detalles del accidente. Nosotros sólo queríamos contarles una anécdota personal.
Ah, y no se llamaba Nino Bravo, su verdadero nombre era Luis Manuel Ferri Llopis.