Por trabajos de Interconexión El Río, descubren nueva memoria arqueológica de Barranquilla

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El antropólogo, Javier Rivera Sandoval, doctor en Arqueología, señala que parte de las evidencias encontradas en este proyecto estarían relacionadas con otras identificadas hace unos años en las obras de ampliación de una de las vías principales de Barrio Abajo, el par vial de la carrera 50, cuando se llevó a cabo entre 2015 y 2017 el primer proyecto de arqueología urbana de la ciudad, también dirigido por Rivera. Ambos proyectos permiten lograr una comprensión de la vida cotidiana, las características del paisaje y el período en el que vivieron los indígenas en esta zona de Barranquilla.

En marco del proyecto de Interconexión El Río a 220 mil voltios, desarrollado por ISA Intercolombia, se desenterró la historia de Barranquilla a la que solo se puede acceder con palínes, brochas y palustres.

El profesor Javier Rivera Sandoval, del departamento de Historia y Ciencias Sociales e investigador del Laboratorio de Arqueología de la Universidad del Norte, lideró el plan de manejo arqueológico para prevenir y mitigar cualquier posible daño a las evidencias arqueológicas que hay en las zonas de intervención de la obra.

Se halla en la Vía 40, entre las subestaciones eléctricas Termoflores y Tebsa, de acuerdo con la normativa para la protección del patrimonio arqueológico en Colombia.

El equipo de arqueólogos acompañó las fases de ejecución de la obra de infraestructura desde su inicio en marzo de 2021, identificando principalmente tres grandes ocupaciones:

Dos vinculadas al periodo prehispánico y una entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, recolectando evidencia de distinto tipo que se ajusta a las particularidades cronológicas de ocupación del área intervenida.

“Con las prehispánicas la ocupación más antigua está vinculada con la formación de los concheros, pero en la más reciente, entre el siglo XII y principios del XVI, encontramos restos de fauna en los basureros, como parte de los animales consumidos; fragmentos de cerámica asociados con los implementos que se utilizaban para la cocción y servicios de alimentos”, argumenta el profesor Rivera Sandoval.

Durante el plan de manejo también fueron encontrados contextos funerarios, como dos urnas funerarias.

Para el período de ocupación del siglo XIX y primera mitad del XX, fueron recuperados cerámica de la época, representada principalmente en la loza industrial inglesa; cerámica de la tradición indígena, “que demostró la continuidad de prácticas desde el periodo prehispánico”, y elementos en vidrio, como botellas de vino, cerveza, gaseosas, y artículos asociados con medicamentos y perfumes.

Para ese segundo periodo se recuperaron elementos en hierro, asociados con bisagras, clavos, material constructivo.

Se identificaron evidencias del antiguo Ferrocarril de Bolívar, como fragmentos de los rieles. Y con el análisis de la fauna, se identificó una proporción importante de tortugas hicotea y peces, mismo hallazgo en Barrio Abajo con algunos mamíferos como el chigüiro y venado, reptiles como la iguana y el caimán, pero además especies como el manatí y el jaguar, un animal con simbología importante en los pueblos indígenas de América.

“Encontramos tres concheros que oscilan entre 30 y 50 metros de diámetro, que nos hablan de los procesos de aprovechamiento de recursos que tenían estas poblaciones prehispánicas, tomando en cuenta que esta era una zona en la que había ciénagas y arroyos por la cercanía con el río Magdalena, y donde se acercaban a recolectar fuentes de alimento principalmente.

La evidencia arqueo botánica sugiere la presencia del consumo de palmas y maíz, lo cual más adelante podría ayudar también la relación que tenían estos pueblos con las plantas.

Este proyecto es muy importante para Barranquilla, pues brindará resultados interesantes sobre el pasado de este espacio de la ciudad”, recalca el profesor.

El antropólogo, doctor en Arqueología, señala que parte de las evidencias encontradas en este proyecto estarían relacionadas con otras identificadas hace unos años en las obras de ampliación de una de las vías principales de Barrio Abajo, el par vial de la carrera 50, cuando se llevó a cabo entre 2015 y 2017 el primer proyecto de arqueología urbana de la ciudad, también dirigido por Rivera. Ambos proyectos permiten lograr una comprensión de la vida cotidiana, las características del paisaje y el período en el que vivieron los indígenas en esta zona de Barranquilla.

“Tenemos indicios que parte de la evidencia recuperada se conecta con estos pescaderos que encontramos en Barrio Abajo, pero esas grandes acumulaciones de concha que encontramos sobre la Vía 40 están vinculadas con la ocupación anterior. Sin embargo, hay que tener cuidado porque esos concheros aparecieron de manera muy superficial. Se levantó la malla asfáltica y la base de la vía, y ahí mismo apareció el conchero. Entonces estamos manejando varias hipótesis para explicar por qué se encontró de esa manera tan superficial”, afirma.

La verificación de cada evidencia arqueológica se realizó en la fase de laboratorio, con el análisis de los materiales y con otra serie de estudios especializados como la obtención de fechas radiocarbónicas.

Estas actividades se llevaron a cabo desde septiembre de 2021, abarcando los procesos de limpieza, clasificación, análisis y fotografía de las piezas, las cuales quedaron en el depósito del Laboratorio de Arqueología y permitieron generar insumos para el programa educativo del Museo Mapuka.

“En paralelo al acompañamiento de la obra en las actividades de campo, realizamos el análisis de laboratorio y la implementación del programa de arqueología pública, que básicamente corresponde a la divulgación y socialización de los resultados con las comunidades y hace parte de los compromisos del proyecto con los barranquilleros. Trabajamos con algunos colegios de los barrios en los que se realizó la obra y con algunas juntas de acción comunal”, concluye el arqueólogo Javier Rivera.

Fuente: Universidad del Norte