
Con cerca de 900 esqueletos excavados de un solo conjunto funerario, los hallazgos de un trabajo bioarqueológico desarrollado por Uninorte en el antiguo Convento de San Francisco, sector de Getsemaní, centro histórico de Cartagena, busca comprender de mejor forma las condiciones de vida de la ciudad en el periodo colonial, examinando la variación de la estatura con relación a indicadores de estrés óseo y procesos de adaptación ambiental.
La presentación de los hallazgos preliminares se hizo en el Salón Alejandro Obregón (13G2), por el rector Adolfo Meisel y el antropólogo Javier Rivera, investigador del Departamento de Historia y Ciencias Sociales de Uninorte.
Los resultados, enmarcados dentro de un programa de arqueología preventiva, son una fotografía de lo que fue la vida en la Cartagena colonial, pues cada hueso hoy es una voz de lo que eran las convicciones, la fe y la salubridad de la época.
“Hemos encontrado una diversidad de población muy interesante, que refleja un poco cómo era la composición poblacional de esa Cartagena, hemos encontrado individuos asociados con ancestro europeo, africano e indígena, pero adicionalmente individuos que muestran el proceso de mestizaje biológico”, explicó Rivera.
A partir de los hallazgos se hace un análisis paleoatológico para reconstruir el perfil paleo demográfico de las personas que fueron inhumadas en el convento, además de una serie de observaciones sobre las enfermedades que pudieron haber sufrido en el pasado.
Al final, se debe realizar un plan de tenencia que asegure la conservación investigación y divulgación de los resultados de estos materiales, y Uninorte, a través del museo Mapuka y su laboratorio de arqueología, será el custodio de esta colección de restos óseos.
El estudio ha contado con el apoyo de varios pasantes e investigadores de diferentes universidades del país, como los Andes y la Nacional, quienes han desarrollado algunas de sus investigaciones de grado, analizando diferentes aspectos de la vida cotidiana de esta población.
“Ahora, por ejemplo, está en ejecución un proyecto financiado por la Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales, en el cual se está concentrando sobre prácticas de amamantamiento y lactancia aprovechando la buena cantidad de individuos infantiles que tenemos. Allí lo que hacemos son estudios isotópicos, cruzándolo también con evidencia paleopatológica para identificar cuáles eran esas particularidades de la población infantil y la relación madre-hijo en el periodo colonial”, puntualizó Rivera.
De acuerdo con el rector Meisel, la estatura es una medida indirecta crucial para entender el nivel de vida, especialmente en contextos históricos donde otras métricas son escasas.
“Para antes del siglo XX en países como Colombia, es difícil saber el nivel de vida de la gente, y la estatura es una buena medida del bienestar biológico. Incluso para el siglo XX, la estatura todavía es una medida del bienestar”, afirmó.
Aunque algunos individuos pudieron haber sido enterrados en las inmediaciones, la mayoría de los entierros dentro del convento, explicó Rivera, pertenecían a la élite de la época. También resaltó el rol clave de la Iglesia en la sociedad colonial, que no solo influía en la economía, sino también en aspectos socioculturales.
“El rol de la Iglesia era importantísimo, definía lo que se consideraba un buen ciudadano y un buen cristiano”, explicó. Sin embargo, el hallazgo de amuletos en entierros de niños revela la coexistencia de creencias católicas y paganas.
“La iglesia regía gran parte de los hábitos y la vida cotidiana, pero al mismo tiempo había otros discursos y prácticas que también convivían, enriqueciendo la vida en Cartagena con elementos indígenas y africanos, haciendo de la ciudad un nodo único donde se entrelazan lo africano, lo indígena y lo europeo”, concluyó.
Fuente: Universidad del Norte