POR. JAIME RUEDA DOMINGUEZ
“Los barranquilleros de mediados de los años 30 creían que el nuevo Centro se iba a desarrollar al occidente del paseo Colón (hoy paseo Bolívar) entre las carreras Progreso y Cuartel, teniendo su eje central en la carrera 20 de Julio.
En palabras de Samuel Hollopeter, gerente de las Empresas Públicas Municipales, Barranquilla vería la aparición de edificios de hasta 10 pisos.
De esta forma, en medio de lo que era un barrio residencial, aparecen grandes edificios que esperaban responder a un crecimiento que nunca se daría por completo, y a una densidad que jamás alcanzaría este centro expandido por la ciudad.
En la carrera 41 este brote se evidencia en el edificio Gómez Plata, el más alejado espacial y estéticamente de los edificios tradicionales de esta vía.
Debido a su ubicación, a su monumentalidad y a su diseño particular, el OK era visible desde prácticamente cualquier sitio. Más allá de este edificio, la calle se diluía en el viejo barrio de Las Quintas.
Junto a las chimeneas de la fábrica de tejidos Obregón y la Cervecería, era el faro de la carrera Progreso, y debido a su sinuosa geometría, los dos puntos de fuga de la calle en ambas direcciones, oriente y occidente, que es visible solo desde el punto neurálgico de esta vía: el cruce con el paseo Colón”: (Revista Memorias de la Universidad del Norte, escrito por Harold Dede Acosta).
En los años 40, la década dorada de Barranquilla, el edifico O.K. fue después del Palma el segundo inmueble icónico del Centro Histórico, con su luminoso aviso nocturno.
El 8 de diciembre de 1946, al inaugurar los V Juegos Centroamericanos en el estadio Municipal, el Presidente Mariano Ospina Pérez la declaro “la Puerta de Oro de Colombia”.
El edificio O.K., de estilo Art decó, en la esquina de la calle 40 con Cra 41, fue construido por José Gómez Plata, propietario del laboratorio farmacéutico que fabricaba el conocido analgésico OK Gómez. El lema de las pastillas “no producen ardor ni fastidio en el estómago”.
En sus días el OK fue epicentro de negocios de las colonias americana, europea y árabe que se establecieron en la atrayente Arenosa, después de Segunda Guerras Mundial.
Rodeado de calles y aceras sin ventas ambulantes, donde se podía caminar hasta el mismísimo Mercado Público de la 30.
Al momento del cierre del laboratorio, sus cuatro pisos fueron convertidos en apartamentos para arrendar. El modelo de propiedad horizontal en Colombia empezó en 1948.
Las memorias que vamos a refrescar en esta crónica, fueron aportadas por mi prima hermana, Annabella Mariano Domínguez, cuya familia (mis tíos, Pedro Mariano y Clarita Domínguez, se mudaron al O.K. en 1950), y sus hermanos, Margarita y Pello, nacieron después.
Yo visité muchas veces el O.K. en mi niñez. Recuerdo sin dudar, su ascensor de ballestas, (como el que todavía tiene el casi centenario Hotel El Prado) con su olor peculiar a aceite.
Anny, asegura que el O.K. se distinguía por su buena estructura, el elevador Otis de última generación, pisos y azulejos muy bonitos y lámparas de cristal en todos los apartamentos.
Los inquilinos eran gente de bien, trabajadores, profesores, c
Allí vivieron las familias Schuster, Strack, Marteganni.
Funcionaban algunos consultorios de médicos particulares, cuando no existían ni el Seguro Social ni las EPS y las empresas pagaban médicos privados o familiares.
En Santander con Progreso estaban los consultorios de los médicos Donado Domínguez, ortopedista y el pediatra italiano, Atilio Marino, quien en los 60 se trasladó a la calle Obando (42) con Progreso (41), y luego retornó a su patria con toda su familia. Marino fue el pediatra nuestra niñez.
En el O.K. vivió también el señor Smith, gran maestro de la logia masónica, de quién, Pedro Mariano fue su albacea, dejando su fortuna a la logia y fue cuando se construyó el centro masónico de la calle Caldas (38) entre Progreso y 20 de Julio.
Vivieron también familias y personas destacadas, como Emma Mercedes Rebollo Samper, “La Dama de la Radio”, primera locutora de Colombia en la HKD de Elías Pellet Buitrago.
Asimismo, las familias de Héctor Antequera Padilla, “el mono” Carlos Emilio Manjarrés, reconocido fotógrafo, y los Carvajalino.
Otros, conocidos por sus apodos, como el borracho Martínez, “el lombrisaye” (porque trajo ese vermífugo a Barranquilla).
Había unos paisas que introdujeron en su apartamento un pilón para hacer sus arepas, generando mucho ruido, que para atenuarlo colocaban toallas en el suelo.
Allí vivió la familia Ucros, la del periodista Amado, quienes llegaron a Barranquilla procedentes de la antigua sabana de Bolívar.
Mi prima Annabella tiene un recuerdo muy grato de Mister Smith:
“Todas las tardes me traía del Ley una bolsita de mentas que tenían un granito de arroz por dentro y como él vivía en el cuarto piso nos llamaba para que la recibiéramos en el balcón del tercero…éramos varios niños pero la encargada de recibirlos era yo”.
“Había una señora llamada Natalia que nos daba con la chancleta cuando hacíamos ruido o jugábamos en los pasillos”.
El edificio a comienzos de los años 60 fue adquirido por Moisés y Elías Sredni, con la idea de convertirlo en hotel, pero pretendiendo sacar “a sombrerazos” a los inquilinos, sin previo aviso ni indemnización. “Mi papá les hizo ver su error y logró la indemnización de varios residentes”, apunta Anny.
En 1967 el edificio O.K. se transformó en el Hotel Caribana durante más de 30 años, hasta que fue cerrado . Por largo tiempo fue el sitio de concentración del Junior de Barranqulla cuando se jugaba en el estadio Romelio Martínez.
Desde 2017 funciona en el mismo sitio el Hotel Ribai.
Jaime Rueda Domínguez