POR: JAIME RUEDA DOMNGUEZ
Pasaron cinco años para que volviéramos a ver al maestro Billo, el sábado 2 de junio de 1984, esta vez en el aeropuerto Ernesto Cortissoz.
La orquesta había tocado la noche anterior en Bogotá y ese día lo haría una vez más en el Hotel El Prado. Fue el última vez que tocó en Barranquilla.
La entrevista la hicimos después de un aguacerazo, a bordo de un bus de lujo que transportó a la orquesta desde Soledad hasta El Hotel El Prado donde se alojaría.
En la terminal aérea de Soledad lo sorprendimos con algunos recuerdos que habíamos coleccionado sobre su actuación profesional:
“Volver a Barranquilla tiene para mi un significado casi sentimental, más romántico que pragmático. Tu eres la primera persona que me ha recibido con la gran noticia y la satisfacción de ver cómo te has dedicado a guardar recuerdos, discos y cosas mías, que ni yo mismo tengo. Me has sorprendido muy agradablemente y esta sorpresa vale por las demás que pueda tener aquí. Me siento muy contento de haber conversado contigo y que me hayas venido a recibir”.
EL CARNAVAL DEL 64
Billo recordó inmediatamente la primera vez que vino a Barranquilla en 1964, presentando a su nuevo bolerista, José Luis Rodríguez y cuando ya se había marchado Felipe Pirela. El Carnaval de Carmen Vergara Vengoechea:
“Fue mi primera experiencia como empresario. No encontraba quien me trajera y yo quería que el público apreciara cómo tocaba el repertorio colombiano. Entonces arrendé la caseta Veracruz. Las sillas y mesas las hicieron en la cárcel y el éxito fue tan grande que se hizo una cantidad de dinero que yo nunca antes había ganado“.
En su libro Personajes y Episodios de las música popular, el escritor, libretista y locutor barranquillero, Alvaro Ruíz Hernández, en el capítulo Los milagros de Billo, narra como ese Sábado de Carnaval la gente dejó sola la Batalla de Flores para volcarse al Veracruz a ‘ver’ tocar a la Billo’s Caracas Boys, pisando por primera vez tierra barranquillera.
Debutando en Barranquilla se atrevió a tocar congas y pasodobles en pleno Carnaval, un riesgo ante el exigente público barranquillero del que salió airoso.
Mucha gente prefirió no bailar para ver cómo actuaba la orquesta, dirigida por la batuta mágica de Billo Frómeta. Un párrafo de esa publicación dice:
“Cierto, los milagros solo los hace Dios, pero en ocasiones y por concesión especial faculta a alguien para que obre prodigios en su nombre. Luis María Frómeta, el músico dominicano radicado en Venezuela, ha sido de los elegidos, facultándose para trabajar prodigiosamente el arte de la música en beneficio del pueblo latinoamericano, que felicidad conlleva ese concepto”.
LA AMARGA EXPERIENCIA DEL 79
Aunque de todas maneras se lo íbamos a preguntar, el maestro se anticipó y recordó su peor experiencia en el Carnaval de Barranquilla en 1979.
Se había preparado para ganar un nuevo Congo de Oro con tres temas colombianos: Raza de Mario Gareña, el Mosaico Costeño 41 (Se va el caimán, Juepa, Lolita y Merecumbé en Cartagena), y Tambores de Carnaval de Esthercita Forero, el éxito musical de ese año.
Hasta mandó a hacer a República Dominicana una tambora, para usarla en el último tema, ‘pegado’ en la ciudad desde finales del 78.
Sin embargo, el jurado lo relegó al cuarto lugar y el trofeo se lo dieron a su archirrival, Los Melódicos, que interpretó el Chino Li Wong, una vieja guaracha de A. Perez Brito y Armando Orefiche, que Billo grabó primero a comienzos de los 50. Fue lo que más lo hirió.
El Fallo provocó la ira de Billo, quien convocó a una rueda de prensa en el bar Príncipe Eduardo del Hotel El Prado el Miércoles de Ceniza 28 de febrero:
“A ese Carnaval me trajo la empresaria bumanguesa, Esperanza Cárdenas, radicada en los Estados Unidos. La experiencia fue desafortunada y no siempre los recuerdos son gratos. La alegría de nuestra actuación en el Coliseo Cubierto se vio empañada con una decisión que me afectó mucho y que yo no me merecía. Me desanimó tanto que desde ese día resolví no presentarme más nunca en el Festival de Orquestas, porque si me obligan a tocar en el mismo lugar. yo no lo voy a hacer. Como no me queda bien el papel de rebelde, ni dar malos ejemplos, busqué otros horizontes, hice mis compromisos por otras partes y me mantengo en mi decisión de no venir más a Barranquilla, por lo menos al Carnaval, porque no estoy dispuesto a sufrir una nueva decepción, que afectó también a todos los amigos de mi orquesta. Relegarme al cuarto lugar fue como herirme cuatro veces. Esthercita Forero y yo lloramos juntos un fallo tan injusto. Desgraciadamente los episodios desafortunados se recuerdan más. Y esta fue mi peor experiencia en Barranquilla“.
Esther Forero reveló en su momento, que al maestro Billo luego de enterarse del fallo, se le subió la presión y tuvieron que llamar un médico.
EL VIAJE A FRANCIA QUE NUNCA SE DIO
Un recorte de prensa de 1955 anunciaba con gran despliegue “Billo va a Francia”:
“Ese viaje nunca se dio porque falleció la persona que nos iba a llevar. El presidente de la Línea Aeropostal Venezolana, quien viajaba permanentemente a España y Francia. Nosotros, más que por ganar dinero, íbamos a tocar y a grabar las actuaciones en Europa, para que las transmitieran en un programa de radio en Caracas que patrocinaba esta empresa. Con su muerte se canceló el proyecto“.
BILLO Y ALBERTO BELTRAN
A finales de los 50 y por diferencias casi de tipo personal con Aldemaro Romero, presidente de la Asociación Musical y quien tenía su orquesta de baile, Billo fue expulsado del gremio ‘para toda la vida’ y tuvo que liquidar la orquesta que había fundado el 1 de agosto de 1940.
Sólo como medio de subsistencia, porque estaba casado y tenía hijos que mantener, viajó a La Habana, formó una orquesta y grabó varios long play en Radio Progreso.
Llevó a los cantantes Pío Leyva, Víctor Piñero y Alberto Beltrán “el Negrito del batey”. Grabó varios trabajos con músicos cubanos, que luego vendía en Venezuela, como un medio de subsistir, no de progresar. Quedó satisfecho por la escogencia de las canciones y la bondad de las grabaciones
“A Alberto Beltrán lo conocí en República Dominicana cuando yo era un muchacho. El vendía dulces, cantaba por las calles y le decían ‘tiburón’, por ese vozarrón que tenía. Era el mejor imitador de Daniel Santos que había en Santo Domingo. Después la vida nos separó. Al ingresar a la universidad me alejé del mundo musical. Entré como interno a un hospital militar y solo podía salir una vez a la semana. Siendo practicante, un sábado por la noche llegó a la emergencia un joven con heridas en la cabeza. No tenía una cama donde acomodarlo y lo senté en el banco de las consultas. Allí estuvo hasta el lunes cuando habían camas disponibles. En las visitas diarias que uno hace con los médicos residentes, hablé con el muchacho quien resultó ser Ñiñí Vásquez. Él y Negrito Chepuseaux fueron mis primeros cantantes cuando fundé la Billo’s Happy Boys en 1937″.
CHARLIE FROMETA
Billo tuvo cinco hijos varones. Todos se llaman Luis, y llevan un segundo nombre, Manuel, Rafael, Vicente, etc. Este último estudió agronomía, zootecnia, inseminación artificial y se doctoró. Teniendo una posición envidiable en Venezuela, como director general de las estaciones experimentales de agronomía, un día le dijo a su padre que quería estudiar música en los Estados Unidos. Billo le había enseñado piano, saxofón y acordeón. Estudió en Boston y Los Ángeles, se graduó de profesor de música, compositor y arreglista y regresó a Venezuela en 1984:
“Comenzó haciendo jingles porque tiene un poder de creatividad asombroso y hace arreglos para orquestas y cantantes, que no encuentran muy fácilmente arreglistas. Le di la facilidad de mi orquesta para que ensayara y le dije que hiciera una composición para grabársela. Lo primero que hizo fue una cumbia. Toda de él. Letra, música y arreglo para orquesta. Se llama “Te fuiste” y viene en el larga duración ‘Billo en Meridiano’ que terminamos de grabar hace tres noches. Este hijo hijo mío se llama Luis Vicente, pero para diferenciarlo yo le digo Charlie, y artísticamente su nombre ha caído muy bien, Charlie Frómeta“.
CHEO GARCIA SE VOLVIÓ UN DICTADOR
Indiscutiblemente Cheo García es el guarachero más grande que ha dado Venezuela. La mejor definición sobre la capacidad interpretativa del maracucho, la dio el músico Cheo Villa Infante:
“Cuando Cheo García tenía que transformarse en bolerista lo hacía con clase. Sus notas largas y su ‘vibratto’, ligado a sus modulaciones de ‘piano’ a ‘forte’, lo destacaban entre los demás guaracheros de su época. Sin mencionar su ‘segunda voz’ que era a otro nivel“.
El popular “cara’e queso’ fue un símbolo de la Billo’s, por su voz de hierro, por lo menos desde 1960, la ‘Tercera República’ de la que hablaba Billo.
Sin embargo, su salida inesperada en 1981 sorprendió a los billómanos quienes se preguntaban ¿qué había pasado? Billo había mantenido en secreto esta intimidad de la orquesta, no hablaba de ella en Venezuela, pero ese día nos contó la historia completa:
“Cheo pasó conmigo 22 años; Manolo Monterrey, 17. Siempre hay algo que se descuida. Y Cheo, de tanto permanecer en la orquesta y a pesar de ser una parte importante, cambió su mentalidad. Ya no era un colaborador sino un opositor. Se dedicaba a criticar mis actuaciones y mis decisiones. No es que el resto de la orquesta le hiciera caso.
Billo pausa para referirse al mejor cantante de aires españoles que pasó por su orquesta, Memo Morales:
“Memo era un gran colaborador. No me defendía, pero tampoco estaba de acuerdo con la actitud de Cheo y tuvieron muchos roces, malos momentos personales. Un día me dijo: ‘Maestro, yo lo siento mucho pero me voy de la orquesta. Yo se que usted no va a sacar a Cheo porque en importancia él hace más que yo. Así no puedo continuar y si le digo que si lo bota yo me quedo, lo estaría chantajeando. Y yo se que usted no se va a dejar chantajear ni yo voy a chantajearlo. Prefiero seguir siendo su amigo de siempre’. Así fue, y después de marcharse le bauticé un hijo. Lamentablemente Memo se fue por la intransigencia de Cheo que se había convertido en un dictador”.
Billo siguió hablando del caso Cheo:
“En estos 22 años yo cambié muchos pianistas, trompetas y cantantes, pero Cheo se quedaba siempre. En los últimos tiempos seguía con esa actitud mortificante, que me hacía quedar mal muchas veces. Porque comentaba internamente: ‘Tu verás, pero le voy a decir a Billo que haga o que no haga esto’. Hablé con él y le dije que así no podíamos seguir. Y no se pudo seguir. Uno de los dos tenía salir. Era o él o yo. Y como la orquesta es mía desde 1937, no podía permitir que esto continuara por razones disciplinarias. Porque yo decía una cosa y Cheo hacía todo lo contrario. Cambiaba el uniforme que se había escogido para las presentaciones. Y si yo armaba un set en un baile y me iba, cambiaba las piezas. Fueron circunstancias que trajeron malas consecuencias para él. Si hubiera vislumbrado que se iba a ir, de pronto cambia de actitud. A lo mejor de tanto querer a la orquesta quiso hacer las cosas a su manera, olvidándose que hay alguien llamado Billo que es quien toma las decisiones.
Anoche pasó lo siguiente en Bogotá, donde recuerdan a Cheo con mucho cariño. Cuando ya me iba, un grupo se acercó a decirme: ‘Maestro, todos queremos que Cheo vuelva a la orquesta’, como queriéndome decir ‘aquí no se se presente más sin él’. Les di las gracias a nombre de Cheo, pero les recordé que no fueran a cometer su mismo error, de olvidarse que quien decide en la orquesta soy yo. Y yo decidí que NO y la decisión mía en la orquesta vale más que el deseo de ustedes. Mis decisiones son así y soy fiel a ellas. Como cuando decidí no volver más al Carnaval de Barranquilla. Porque si hoy decido algo y mañana me arrepiento, mi orquesta ya hubiera desaparecido. La Billo’s Caracas Boys existe desde 1937 porque alguien ha tenido que tomar las decisiones, cumplirlas y apegarse a ellas. Y ese alguien soy yo. Puede sonar un poco brusco, jerárquico o poco romántico. Pero en todas las instituciones una persona toma las decisiones después de escuchar a los amigos. Pero cuando ese consejo se convierte en un parecer o en una orden, ya es malo, y a mi nadie me ordena en la orquesta”.
TIENES UN DIPLOMA FIRMADO POR BILLO
Así me dijo mi amigo, el escritor Alvaro Ruíz Hernández, el día que le mostré la tarjeta firmada por Billo, enviada desde Caracas luego de su último viaje a la ciudad:
“Caracas-Junio 24-84.-
Querido Jaime ( Antonio ):
Todavía no he podido reponerme de la gratísima impresión de ver cómo alguien ha logrado recoger, tan ordenada y cariñosamente, tantos datos de mi actuación y mi vida profesional……es sencillamente MARAVILLOSO..!!
Aquí lo he contado a todo el mundo y te aseguro que algunos no lo han creído del todo…porque realmente, es increíble
Con mi agradecimiento te hago llegar mi excusa por no haberte escrito antes, pero a mi regreso de Colombia, me fui a la casa de Margarita y pasé como diez días entre el chinchorro y la piscina, ya que mis años me reclaman siempre en ‘descanso’.
No sabes cómo he gozado con el L.P. ‘Cuando llegaron los porros’…no tiene precio, como las piezas del cassette.
Me gustaría grabar algo como ‘Compadre cómpreme el carro de Peñaranda, Noche buena de Lucho, Cipote caimán de Barros y la deliciosa A Medellín de Fortich…..sería posible?
Me encantaría que quisieras darte una vuelta por Caracas y en caso que lo decidas, avisarme, para arreglar todo lo necesario, pasajes, visas, etc.
Me haría muy feliz corresponder todas tus atenciones y demostraciones de amistad. NO LO OLVIDES.
Te suplico me consigas la dirección de Alvaro Ruíz Hndez para escribirle.
Yo pensaba hacerlo a la editorial Luz Negra, pero no estoy muy seguro de que le llegue mi carta.
Mientras tanto, hazle llegar un abrazote bien fuerte y mi reconocimiento por lo feliz que me hizo su publicación.
Para mi, lo tuyo y lo de Alvaro, ha sido como descubrir un mundo nuevo…que barbaridad..!!
Mientras tengo oportunidad de escribirte más largo y contarte de mis cosas, como futuros viajes, discos y otras actividades, me reitero siempre tu seguro amigo y admirador.
Billo”.
Jaime Rueda Domínguez